17/04/2010

Galileo y Kepler: anagramas y premoniciones en una relación difícil

Veamos un poco más sobre la curiosa relación entre Galileo y Kepler. Tras la publicación de la Conversación con el Mensajero de los Astros —la carta abierta de Kepler a Galileo en apoyo de los descubrimientos de este último— el embajador toscano en Praga le rogó a Galileo que le enviara un telescopio a Kepler, para que el más respetado de los astrónomos europeos pudiese verificar por sí mismo las observaciones de Galileo, y así lograr más respaldo aún. Galileo no lo hizo. En cambio, mandaba un telescopio tras otro a distintos aristócratas europeos.

Pasaron los meses y ningún astrónomo había podido verificar las observaciones de Galileo. Finalmente Kepler le volvió a escribir: "Le pido, mi querido Galileo, que me designe testigo a su favor, mándeme un telescopio, mire que hay mucha gente que niega lo que ha visto Ud..." (estoy parafraseando para condensar la carta). Ante la perspectiva de perder a su mejor aliado, Galileo respondió: "Gracias por defenderme, blah, blah, blah, ya le mandaré un telescopio [nunca lo hizo], yada, yada, yada, riámonos de la estupidez de las masas...". Fue su segunda y última carta a Kepler, 13 años después de la primera. Ni una palabra sobre el progreso de sus observaciones, ni sobre el trabajo de Kepler. Lamentable. En particular, nada sobre un importante nuevo descubrimiento, que Galileo había comunicado al embajador toscano en Praga mediante el siguiente mensaje misterioso:
SMAISMRMILMEPOETALEUMIBUNENUGTTAUIRAS
¿Mais mil poeta nenug ras? ¿Qué significaba esto?

Era un anagrama. Galileo usó varias veces anagramas para ocultar algunas observaciones delicadas y al mismo tiempo salvaguardar la prioridad de su descubrimiento. El embajador le pasó el acertijo a Kepler, a ver si lo descifraba. Kepler interpretó lo siguiente:
SALVE UMBISTINEUM GEMINATUM MARTIA PROLES
O sea: "Os saludo, gemelos ardientes, hijos de Marte" [1], creyendo que Galileo había descubierto satélites alrededor del planeta Marte, así como los había observado alrededor de Júpiter. A Kepler le encantó el concepto: un satélite alrededor de la Tierra, dos alrededor de Marte, cuatro alrededor de Júpiter... y así siguiendo, duplicando el número de lunas a medida que uno se alejaba del Sol. Kepler se deleitaba con este tipo de numerología. Tres meses después Galileo reveló el enigma —no a Kepler, sino al emperador Rodolfo, a pedido del embajador:
ALTISSIMUM PLANETAM TERGEMINUM OBSERVAVI
Es decir: "Observé al planeta más elevado en forma triple". Se trataba del descubrimiento de los anillos de Saturno (el planeta más elevado). Los instrumentos imperfectos de Galileo no le permitieron develar la verdadera naturaleza de los anillos. El físico holandés Christiaan Huygens fue el primero en interpretarlos correctamente en 1655 [2].

En 1726 el escritor irlandés Jonathan Swift, en sus Viajes de Gulliver, rescató la premonición de Kepler adjudicando el descubrimiento de los satélites de Marte a los habitantes de la isla flotante de Laputa:
"Han descubierto dos pequeñas estrellas, o satélites, en órbita alrededor de Marte; de las cuales la más interior orbita a una distancia igual a tres diámetros, y la más exterior a cinco; y la primera da una vuelta al planeta en 10 horas, y la segunda en 21 horas y media, de manera que los cuadrados de sus períodos están en la misma proporción que los cubos de sus distancias al centro de Marte, lo cual evidentemente muestra que están gobernados por la misma Ley de Gravitación que influye a los demás cuerpos celestes."
Curioso ¿no? De paso, Swift nos muestra que un escritor del siglo dieciocho no le temía a los cuadrados y a los cubos para interpretar la tercera ley de Kepler, como tantos hoy en día.

Es todavía más curioso observar que Marte realmente tiene dos satélites ¡tal como intuyó Kepler! Sin embargo no fue sino hasta 1877 que fueron descubiertos. Los compañeros del dios de la guerra fueron bautizados Fobos (Terror) y Deimos (Horror). Sus períodos orbitales son 7,7  y 30 horas, ¡valores sorprendentemente cercanos a los imaginados por Swift!

Volvamos a Galileo. Un mes después de revelar el anagrama sobre Saturno le mandó un nuevo enigma al embajador en Praga:
HAEC INMATVRA A ME JAM FRVSTRA LEGVNTVR O.Y.
que significa "Recojo en vano lo que no está maduro". Kepler una vez más se esforzó por descifrarlo, cambió una E por una C pensando que Galileo habría cometido un error, y concluyó que:
MACULA RUFA IN JOVE EST GYRATUR MATHEM ETC
que se traduce como: "Hay una mancha roja en Júpiter que gira matemáticamente, etc".

¡Sorprendente! ¡Otra premonición de Kepler! Por supuesto, todos sabemos que Júpiter efectivamente tiene una Gran Mancha Roja, una gigantesca tormenta descubierta por Cassini en 1665 (o por Hooke en 1664) y que persiste hasta nuestros días. Kepler le escribió a Galileo exasperado, rogándole que descifrara el anagrama. Un mes después Galileo lo hizo, de nuevo no directamente a Kepler sino al embajador:
CYNTHIAE FIGURAS AEMVLATVR MATER AMORUM
O sea: "La madre de Amor (Venus) imita a Cynthia (la Luna)". Quería decir que el planeta Venus tenía fases cambiantes, como la Luna. Galileo tenía finalmente entre manos la refutación definitiva del modelo geocéntrico del sistema solar, y el espaldarazo para el sistema Copernicano (como, de hecho, refería en la carta que contenía el anagrama). Las fases de Venus solamente eran posibles si el planeta giraba alrededor del Sol, y no de la Tierra.

Mientras tanto, Kepler vio realizado su sueño: uno de sus protectores, el duque de Baviera, fue uno de los favorecidos por Galileo con el regalo de un telescopio. Durante un viaje a Praga se lo prestó a Kepler, quien durante un mes pudo ver con sus propios ojos las montañas de la Luna, los satélites de Júpiter y las innumerables estrellas de la Vía Láctea. De inmediato publicó un nuevo panfleto, esta vez respaldando los decubrimientos de Galileo con sus propias observaciones. Fue en esta publicación que Kepler propuso llamar a los compañeros de Júpiter "satélites" (del griego satellos, asistente) en lugar de Astros Mediceos, como proponía Galileo para halagar a su protector florentino, Cosme de Médici.

Kepler le escribió varias cartas más a Galileo, que éste nunca respondió, o a lo sumo lo hizo a través del embajador toscano. En su propio trabajo Galileo siempre ignoró olímpicamente las importantes contribuciones de Kepler: las leyes del movimiento planetario, los trabajos de óptica, y por supuesto el telescopio kepleriano, que Kepler había inventado en 1611 para evitar el principal defecto del diseño galileano: un estrechísimo campo visual. A pesar de sus evidentes ventajas, Galileo se negó a usarlo durante toda su vida. Kepler finalmente dejó de escribirle, tal vez tan perplejo como nosotros, pero nunca dejó de apoyarlo públicamente.


[1] Para los detallistas: Las letras U y V son indistinguibles en latín, y las lenguas modernas recién comenzaron a distinguirlas en el siglo XVI. Por eso en los anagramas pueden observarse diferencias en las cantidades de ves y úes, pero no son verdaderos errores.

[2] Huygens también anunció su descubrimiento con un anagrama muy poco imaginativo:
AAAAAAA CCCCC D EEEEE G H IIIIIII LLLL MM NNNNNNNNN OOOO PP Q RR S TTTTT UUUUU
cuyo significado reveló más tarde: "Annulo cingitur tenui plano, nusquam cohaerente, ad eclipticam inclinato", vale decir "Está ceñido por un anillo plano y delgado, no unido a la superficie, inclinado con respecto a la eclíptica".

2 comentarios:

  1. Muy buena historia. Una pequeña corrección en el anagrama de Huygens: cohaerente. De cohaereo, estar ligado a

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    1. ¡Es cierto! Se me escapó. Ahora lo corrijo. Gracias, Antonio.

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